Vamos a provocar el naufragio. O nos tiramos por la borda o reventamos las máquinas. Que no nos atemorice el viento. Roguemos por un huracán de proporciones bíblicas que haga pedazos nuestra embarcación. Este paseo lento se hace insoportable. ¿Escapamos? O tal vez sería mejor sentarnos a esperar cómodamente la llegada de la autocompasión. Bañarnos en grasa.
Aquí ofrezco un sistema. Una especie de lavativa que purificará las paredes de nuestros intestinos. Os regalo todo esto.
Bilis, bilis. Mucha bilis. Y otras sustancias con cuya libación nos reinventaremos. Lo que expulsemos será de nuevo consumido por la buena vía. Aquí y ahora.
Preparémonos para la Eucaristía, muchachitos.
2 comentarios:
me gusta la foto a lo veo, lo veo..
Todito, todo.
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