jueves, 28 de mayo de 2009

BREVE CAMINATA NOCTURNA

De noche caminas hacia la gasolinera para comprar tabaco. La autopista de circunvalación queda a tu derecha, sumida en un abismo de luces de farola y oscuridades amenazantes. Al otro lado de la autopista el pequeño cementerio del barrio, invisible entre las sombras y cuya presencia tan sólo intuyes, interpone un espacio donde la nada se come a la nada entre la vida de acá y la vida que brilla con pequeñas luces palpitantes lejos, casi en la línea del horizonte. Caminas envuelto en una leve niebla que humedece los bordes de tus fosas nasales y por alguna razón tienes miedo. No es miedo a los muertos ni al asesinato ni al atraco con sangre. Se trata de un pavor a los colores de la noche, a la tierra que bajo tus pies parece inerte y que, sin embargo, percibes como una amenaza, como si algo de vida bullera expectante en ella y tú estuvieras caminado sobre la epidermis de un monstruo. Quedan doscientos metros para llegar a la gasolinera y algo en ti sugiere que des media vuelta y regreses a casa porque puedes no llegar cuerdo al amanecer.

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