miércoles, 3 de junio de 2009

PREPARACIÓN PARA LA LUCHA O EL DIÁLOGO

Si no eres capaz de aceptar la contradicción, si no ves en la duda una máxima que gobierna la inteligencia, si no crees con Unamuno que lo otro, lo contrario también pueda ser verdad, no me leas. Olvídate de mí si vas a aseverar tajantemente, si vas a afirmar contra viento y razón. No soy tu interlocutor si tu seguridad es aplastante, si tu certeza es firme. No busques conversar conmigo si no has aprendido a fundir el blanco con el negro para crear un gris revolucionario. No lo hagas, no me invoques para matar tu tiempo en discusiones constructivas, porque yo no soy tu juguete. Diviértete sólo y calma tu sed intelectual en otros laberintos. No lo hagas, no rebusques en mi interior, porque te desprecio. Y si eres capaz de aceptar este desprecio, asumirlo, digerirlo y racionalizarlo sin llegar a convertirlo en ley, entonces ven. Te espero.

Empieza por entender que es inútil que rebatas mis argumentos, porque yo mismo me los estoy rebatiendo antes de empezar a hablar.

¿Qué gran aburrimiento me tienes preparado? ¿Por qué te empecinas? Si existe algún dios sólo puedo ser yo. Y ni siquiera esto me convence del todo. ¿Por qué sigues leyéndome?

Pero si entiendes lo que digo, entonces continúa tu lectura. Porque tú eres yo y es para ti para quien escribo.

No soporto los estallidos de cólera que amurallan una cerrazón estúpida. Si buscas una guerra, deberías pensártelo mejor. Pero si, a pesar de todo, quieres luchar, no tengas la menor duda de que iré a por ti hasta la muerte. Si luego sufres, si te ves dañado, no vengas después con la lagrimita. Te he advertido lo suficiente para que tu autocompasión me dé náuseas. Llevas las de perder desde el principio por una razón: yo ya he perdido. Y no habrá nada que me detenga en caso de enfrentamiento. Tengo tanta pesadez de párpados que si me hostigas, tal vez no me importe llegar hasta el final. Y el final es la destrucción. Nada de lo que digas me herirá si no lo cargas con argumentos. Pero, ¿qué argumentos puedes usar contra una lengua cargada de razón? Sí, mi lengua llega hasta ti cargada de razón. No me juzgues pretencioso. Es que nunca ataco por un solo flanco. Si tú vienes de cara, te rodearé y acabarás viéndote sitiado. No son trampas, no son armas falsas. Es sólo una maniobra envolvente que se ríe de los que van por la vida seguros de sí mismos.

Puedo llegar a hablar sin parar durante horas larguísimas. Cuando la desesperación se apodere de ti habré vencido. Mi arma es la paciencia.

Dirás que también yo parezco muy seguro de mí mismo. Te equivocas. No lo estoy. Y eso me da fuerzas. Sé también que con ello conseguiré sacarte de quicio y, en el momento en que lo logre, habrás recibido la primera herida mortal. A partir de ahí me proclamaré vencedor. Y no podrás hacer nada para evitarlo. Llegarás a llamarme sofista, pero sólo estaré demostrándote que no hay nada que puedas afirmar. Sólo sé que no sé nada, ahí empezó todo.

Sin embargo, no creas que me agarro al aire. Todo lo que voy a decirte lo has pensado tú también en alguna ocasión. Juego con tus armas, así que no me señales con el dedo. Lo que diga, lo has dicho tú antes. Mis afirmaciones han sido tuyas. Y si no lo recuerdas, déjame que te refresque la memoria. ¿Cuántas veces has dicho lo contrario de lo que ahora dices? Lo sé de antemano. ¿Cuántas veces hemos dicho todos todo lo que se puede decir? En serio o en broma, borrachos o sobrios, en una circunstancia o en su contraria, en un momento de cólera o respirando paz. ¡Pobres filósofos de la historia! ¡Cuánto tiempo perdido!

No hay comentarios: