jueves, 8 de marzo de 2012

LENTITUD Y ESPUMA

Y ahora, por fin, la parsimonia.

En mi bañera, a salvo del cuchillo que mató a Marat, escribo estas palabras vaporosas. Con el cuerpo caliente, pesado de párpados y hambriento, con mi pene flotando solo y triste entre olas diminutas: aquí sucumbo, heredo el blanco sueño de los ángeles y me pierdo en una tormenta de pensamientos bloqueados.

En este pozo, que no es ni refugio, me hundo cuando tengo ganas de estar en ningún sitio, cuando sólo lo intangible me conmueve. Y escapo a medias, como si muriera un poco. Y así no necesito suicidarme del todo, que nunca fue plato de mi gusto. Renuncio a la tristeza, a la alegría y al movimiento que duele, para hacerme un puro fugitivo del tiempo, sin nada bajo mi carne. Sólo un infinito de proporciones exiguas, inhabitado y ciego. Sin sonrisa ni condena. Aquí me paro. Provoco el ahogamiento de las emociones, bebo jabón. Todo se inarticula, desaparece. Y me suicido un rato.

2 comentarios:

Aránzazu Hernández dijo...

Sobrio, lánguido y fascinantemente envuelto, para mí, en un misterioso dolor que no duele.

Me devolviste a la invisibilidad que tanto reclamo desde hace un tiempo; no sé si por venganza mía o por frustración.
Pero ahora quiero marcharme a habitar algo aún más despellejado todavía que la invisibilidad. También me falta oxígeno en las tangibilidades.

Me encanta leerte, David.

Aránzazu.

David Valle dijo...

Gracias Aránzazu. Entre las cosas intangibles que me conmueven está la idea de que a alguien pueda interesarle siquiera una pizca algo de lo que escribo. Se agradece.