domingo, 4 de marzo de 2012

BASILISCO FILOSÓFICO O EL HERMANO MUERTO


Podría, si quisiera, reescribir, reinventar lo que fue escrito. O continuarlo. ¡Si creyera en las señales, en la transmigración de las almas! Yo comprendo el origen de ciertos colores, capto matices donde los expertos no se atreven a juzgar; porque son mis matices, mis colores; y utilizo las artes ocultas que no todos intuyen. Comprendo el mercurio, el agua, el Sol y la Luna. Lo que está arriba es igual que lo que está abajo. Lo que fue es lo mismo que hoy gira entre mis manos. La alquimia es una herencia y yo he heredado una voz que fue emitida por mí mismo hace más de cien años. Acepto la influencia y el influjo, acepto el discipulado; pero no niego la eternidad del gen ni la transmisión de ciertas propiedades. Cástor y Pólux, separados en el tiempo, hermanados en un mismo grito. Los débiles alzan la voz y persiguen de un mismo modo la transmutación que les conceda la fuerza, o el rostro de la fuerza.

Aquel que me descubrió la doble cara del crepúsculo, su fórmula primigenia; aquel con quien comparto el misterio de la última vocal: la U de los niños ultrasensibles; aquel que se aparece en cada uno de mis acaboses, insuflando vida, hermano en la balanza y en la pereza; ese buen samaritano que comparte conmigo su hambre, ese yo al que no conozco, desdoblado en mí, frente a mí, contra mí, dentro de los espejos. Él. Él es el compañero. Más bello que yo. Tan amigo, tan enemigo mío; tan igual a mí, tan diferente. Huesos y polvo en su sepultura. Él es la voz que me asusta y me distrae. Soy yo. Y es el otro.

Pero la metempsicosis es una estafa. El delirio es tan agradable... ¡Dejadme jugar! La alquimia no morirá nunca mientras exista una garganta que transmita el secreto. Los gimnasios nefandos pervivirán eternamente mientras haya un hombre capaz de conversar con los muertos. Sé lo que sienten mis iguales, discuto con los ausentes y contesto a mensajes hace tiempo enviados. Y no creo en la magia ni fui jamás nigromante. Ahora llamadme mitómano. Así me ayudaréis a mantener a salvo mi verdad.

Yo sé que quien me escucha tal vez no ha nacido aún. Podemos permitirnos no tener prisa. Así ha sido desde Gilgamesh hasta hoy. Y así será mientras el oro, la plata y el mercurio existan sobre la tierra.

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