Aquí, delante de mí, tengo mi propio cuerpo. Detrás, tengo un sueño. Saltaré de espaldas sin perder de vista el horizonte. Después, de un brinco hacia delante, recuperaré mi forma. Y la limpieza será total. Si el cálculo es preciso y las fuerzas no me fallan, creo que podré diseñar de nuevo el mundo. Después de una agonía, si se consigue sobrevivir a la muerte y se esquiva con buen pie la locura, es posible lograr el estallido más brillante, una apoteosis de las de verdad. Yo lo vislumbro.
Es imprescindible un plan; mejor si está ligeramente desenfocado, dejar de lado ciertas emociones y marcar una geometría perfecta sobre la que canalizar las brumas. Luego arremeter a tumba abierta, seguros del poder que hemos creado. Como en una guerra santa. La batalla ha de ser a muerte. Ya vendrán nuevas agonías, pero esta guerra hay que ganarla.
Vislumbro una cierta victoria. ¿Es posible? En mi corazón hay ruido de sables.
Y eso suele presagiar un nuevo gobierno.
Tal vez un reino nuevo.
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